“un mensaje que trae libertidad”
La historia de los pastores Cristian Ibacache y Marisol Carrasco es un testimonio de perseverancia, fe y obediencia a un llamado divino que ha impactado a cientos de personas a lo largo de los años. Ambos pastores han dedicado sus vidas a llevar el mensaje de salvación y restauración a lugares donde pocos se atreven a ir: cárceles, poblaciones marcadas por la droga y la violencia, y comunidades olvidadas por la sociedad.
El inicio de un llamado en la cárcel de menores
En 1996, con tan solo 25 años, el pastor Cristian comenzó a visitar la cárcel de menores. Su motivación nació de la convicción de que, por su propia vida desordenada en la juventud, él mismo podría haber terminado en ese lugar. Las peleas, las riñas, la droga y el alcohol lo habían llevado en varias ocasiones a comisarías, y ese trasfondo encendió en él la necesidad de compartir el evangelio con quienes estaban privados de libertad.
Un día decidió entrar a la cárcel sin conocer a nadie. Se acercó a un grupo de internos que eran creyentes y, con su guitarra en mano, comenzó a predicar y a cantar. Ese simple acto fue el inicio de un camino que lo llevó, semana tras semana, a compartir la palabra de Dios en un ambiente marcado por la desesperanza.
En 1996, mientras salía de una visita, vio a un joven ensangrentado que era trasladado al hospital interno. El muchacho lo reconoció con la guitarra en la mano y le dijo “Hermano, ¿por qué usted no va a predicarnos ahí a los menores? Necesitamos mucho de Dios”. Ese encuentro se transformó en una confirmación: Dios abría la puerta para que predicara en un lugar donde ningún otro cristiano entraba.
“Yo pensaba que estaba perdiendo el tiempo, porque nadie se convertía”
Frutos de perseverancia
Durante años, el pastor predicó sin ver resultados inmediatos. “Yo pensaba que estaba perdiendo el tiempo, porque nadie se convertía”, recuerda. Sin embargo, la promesa bíblica de que la palabra no vuelve vacía se cumplió con el tiempo.
En una ocasión, en la calle, se encontró con un ex-interno. Vestido de terno y con una Biblia en mano, el joven le dijo: “Hermano Cristian, yo soy fruto de lo que usted predicó en la cárcel, hoy soy siervo del Señor”. Ese muchacho hoy lidera una iglesia en Colina, en la Región Metropolitana, donde los pastores también han ido a predicar.
Otro testimonio surgió en Forestal Alto, en la ciudad de Viña del Mar, donde predicaron a jóvenes inmersos en la delincuencia y las drogas. Aunque al principio parecía que nada cambiaba, uno de ellos le dijo al pastor: “Hermano, no se desanime. Con uno de nosotros que se convierta, ese uno levantará a muchos”. Ese joven es hoy un pastor, líder de una iglesia con más de 200 miembros, en su mayoría exdelincuentes y exdrogadictos.
Dios también usó la música como herramienta poderosa. Uno de los internos, que en sueños veía cómo sacaba niños del lodo para llevarlos a la presencia de Dios, descubrió en las alabanzas el llamado que marcaría su vida. Desde una celda de castigo escuchaba los cantos y fue transformado. Hoy, ese muchacho ministra a través de la música, cumpliendo el propósito que el Señor le había mostrado.
Un ministerio de restauración
Los pastores, han abierto su casa y mesa a hombres y mujeres que el mundo rechaza.
“Lo más extraordinario es que hemos tenido en nuestra mesa a personas que la sociedad jamás aceptaría: asesinos, violadores, delincuentes. Pero hemos visto cómo, con el amor de Dios, lo vil y lo necio de este mundo se transforma en algo hermoso”
Su ministerio se ha sostenido bajo una mirada particular: aprender a ver a las personas con los ojos de Dios. Como dice la pastora, han aprendido a ver a la gente con los lentes del cielo. Esa visión les ha permitido ver a las personas transformadas como hijos de Dios en quienes eran considerados irrecuperables.
El camino, sin embargo, no ha estado libre de peligros. En una ocasión, el pastor Cristian fue encerrado con la intención de matarlo dentro de la cárcel. Aquel joven que lo atacó terminó siendo transformado por Dios y, con el tiempo, se convirtió en un hijo espiritual de él.
El desafío actual
Hoy, los pastores reconocen que el contexto ha cambiado. “Ya no solo enfrentamos la delincuencia común, sino redes internacionales que operan en Chile con gran poder de armamento y estrategias”, advierte la pastora Marisol. Aún así, sostienen que la iglesia debe mantenerse firme en su llamado: ver con los ojos de Dios y creer en la restauración.
Junto a sus hijos, han levantado un legado que enseña que la gracia de Cristo es más fuerte que cualquier pecado. En cada historia, en cada vida transformada, confirman que la palabra de Dios sigue siendo viva y eficaz, capaz de cambiar destinos y levantar nuevas generaciones de ministros, pastores y líderes que antes fueron rechazados por la sociedad.